Por qué apoyar y defender a la universidad pública

Distintas voces ofrecen sus testimonios y reflexiones alrededor de la importancia de la educación superior.

Nacionales 19 de agosto de 2018 Diario Primicia Diario Primicia

"El primer día de mi primer grado mi papá dejó en claro que el camino hacia la escuela culminaba en la universidad. Unos meses antes de finalizar la primaria me anotó en el cursillo del Superior de Comercio, mas sus ajados pulmones le jugaron una mala pasada y nunca supo que ingresé. Chola, mi mamá, se puso el guardapolvo de almacenera, la casa al hombro y sostuvo a sus dos hijos adolescentes hasta la universidad", comparte en un texto muy conmovedor el juez Marcelo Molina donde esgrime sus razones de por qué defender y apoyar a la universidad pública. Los argumentos se replican en otras voces y en otras historias. Cada una se expresa a favor de la educación de todos.

Tras la negativa del gobierno nacional a reconocer un salario digno para la docencia universitaria (la oferta no supera el 15 por ciento pagado en cuotas), sumado a los recortes sucesivos del presupuesto educativo, las educadoras y los educadores universitarios (agremiados en la Coad y su referencia nacional de Conadu) lanzaron una serie de medidas que van desde paros hasta poner en marcha la Universidad Itinerante, tomada del modelo que impulsó la Ctera con su Escuela Itinerante.

En esos espacios de denuncia y defensa se recuerda que la educación es un derecho humano y social. Esos valores, alejados de la concepción mercantilista que acecha a la enseñanza argentina, son los que recupera el periodista Leo Ricciardino cuando recuerda que "la universidad argentina se construyó sobre las luchas populares". "No en vano, —dice— cada vez que llega al poder un gobierno antipopular, la emprende contra la universidad".

También la diputada provincial por el Frente Social y Popular, Mercedes Meier, se apoya en esta mirada atenta a lo público: "La defendemos porque la universidad pública es la única que puede garantizar profesionales al servicio del pueblo". La legisladora es ingeniera química, graduada en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), docente de fisicoquímica y a punto de culminar un posgrado en energías renovables.

La idea de la educación como servicio embiste contra la educación pública, en particular sobre la universidad. La reflexión de la educadora Natalia Fattore deja en claro que es esencial considerarla como un derecho. "Defendemos la universidad pública porque es un derecho, no un servicio, no un bien transable, nunca un privilegio", expresa la profesora en ciencias de la educación por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), doctora en educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos (Uner) y profesora adjunta de pedagogía en Humanidades y Artes.

Unos de los valores de la universidad pública argentina es estar abierta al mundo. El testimonio de la doctora Analía Chumpitaz lo pone de relieve: "Mi papá se recibió de médico en la UNR el año en que yo nací. Había llegado de Perú y vivía en una pensión. Yo lo acompañaba y admiraba su capacidad de cuidar a las personas. Así es como decidí ser médica". Chumpitaz es la directora del Sistema Municipal de Epidemiología, además de profesora adjunta de la Cátedra de Medicina Preventiva y Social de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR), consejera directiva de esta facultad y congresal a Conadu por el gremio de docentes e investigadores de la UNR (Coad).

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"La educación superior es un bien público, un derecho humano universal y un deber de los Estados", así lo reafirma el documento de la III Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (CRES), de junio de este año. Defendemos la universidad pública porque es un derecho, no un servicio, no un bien transable, nunca un privilegio. Y es importante decir que es un derecho individual, esto es, el derecho que tienen todos los ciudadanos de acceder, de estudiar, de aprender y de recibirse en la universidad; pero también es un derecho colectivo, un "derecho del pueblo", como elige nombrarlo Eduardo Rinesi. Esto implica que la universidad donde enseñamos, investigamos y producimos conocimiento debe ser pensada como institución "aliada" en la solución de problemas que, en el necesario diálogo con su territorio, se definan relevantes.

En un contexto de fuerte retroceso y de vulneración de derechos, los docentes y estudiantes exigimos un Estado garante de ese carácter público de la educación superior, que en tanto público no puede sostenerse sobre los criterios que imponen intereses particulares o de las corporaciones. Personalmente, la universidad es mi espacio de trabajo y de formación, de un vínculo colectivo, necesario, con el conocimiento. Pero también es un espacio que produce experiencias más amplias, ligadas a la sociabilidad, a la lectura, a los lazos de amistad, a la cultura, a la vida política. Por ello, defenderla, es no restringir su evaluación a la clave de su rendimiento para el desarrollo económico, porque esa idea contradice la misma noción de derecho, y nos impide pensar lo que se juega en toda educación para la sociedad posible, para la construcción de un mundo más justo y deseable.

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Déjeme contarle esta breve historia: El primer día de mi primer grado mi papá dejó en claro que el camino hacia la escuela culminaba en la universidad. Unos meses antes de finalizar la primaria me anotó en el cursillo del Superior de Comercio, mas sus ajados pulmones le jugaron una mala pasada y nunca supo que ingresé. Chola, mi mamá, se puso el guardapolvo de almacenera, la casa al hombro y sostuvo a sus dos hijos adolescentes hasta la universidad.


Jorge, mi hermano mayor, egresado de la Técnica 2, comenzó en la Universidad Nacional de Rosario la carrera de artes plásticas. Cuatro años después yo empecé abogacía también en la UNR. Chola siguió al frente del almacén durante muchos años. Allí trabajó mi hermano mientras cursó su carrera. Yo fui becado en el Banco Nacional de Desarrollo por haber sido egresado del Superior y allí trabajé hasta unos años después de haberme recibido, pero a la tardecita el almacén me esperaba con los brazos abiertos.


Sabe, tres de mis cuatro abuelos no sabían leer ni escribir. Mi mamá terminó su escuela primaria al poco tiempo de nacer mi hermano y la secundaria en una Eempa provincial. ¿Usted se da cuenta?: los nietos de dos peones rurales y de un almacenero andaluz que no sabían leer ni escribir pudieron recibir gratuitamente enseñanza secundaria y universitaria de un muy alto nivel con el único requisito de vivir en nuestro país.
Hace unos pocos meses, mi hermano fue reconocido por el Concejo Municipal como "Artista Plástico Distinguido" de nuestra ciudad. Por mi parte, soy juez de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial. ¿Me pregunta usted por qué apoyar y defender la universidad pública? ¿Qué más puedo decirle?

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Me recibí como periodista en un instituto terciario de Santa Fe. Luego, ya en Rosario, estudié un par de años la licenciatura en historia en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, pero no llegué a recibirme. Más allá de mis intentos por hacer una carrera universitaria, apoyo la universidad pública porque es parte de un proyecto de Nación. Porque nos hizo el país que somos, con movilidad social, singular en todo el continente. Una Nación creativa que cree en una sociedad más equitativa.


La universidad pública tiene que mejorar para que más trabajadores —que son quienes la sostienen— puedan llegar a egresar de sus facultades. Nunca las universidades públicas deberían reducirse en número como propuso la gobernadora María Eugenia Vidal, cuando expresó: "¿Y para qué llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?", sino sumar oferta de calidad en las distintas disciplinas. Es más, las universidades privadas le deben mucho a la universidad pública. Le deben profesores, áreas que no necesitan cubrir porque ya existe esa oferta en el Estado. Es la fortaleza de un país que fue pensado inclusivo y equitativo por muchas generaciones.


La universidad argentina se construyó sobre las luchas populares y con el tiempo fue dejando de lado su carácter elitista. También construyó muy temprano su perfil secular y la transformó en un faro para otras naciones con la epopeya de su Reforma. No en vano, cada vez que llega al poder un gobierno antipopular, la emprende contra la universidad. Intenta asfixiarla, recortarla, vaciarla. Pero por más que la golpean no pueden doblegarla porque anida allí un proyecto de país de raíces muy profundas.


>>> "Elegí ser médica y docente universitaria" (Analía Chumpitaz - Médica)

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Mi papá se recibió de médico en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR el año en que yo nací. Había llegado de Perú y vivía en una pensión manteniéndose con lo que ganaba jugando al fútbol. Yo lo acompañaba a hacer visitas domiciliarias y admiraba su capacidad de cuidar a las personas. Así es como decidí ser médica.


Vivíamos en Barrio Belgrano y era una época de recesión, inflación, caída salarial y desocupación. Al igual que mi padre, yo no hubiese podido estudiar de no haber sido la universidad pública y gratuita. Aprendí del esfuerzo de muchos de mis compañeros: hijos de obreros, algunos llegados de pueblos y viviendo en pensiones, estudiando de los libros de la biblioteca y compartiendo apuntes, a veces manteniéndose sólo con mate y algún bizcocho. Visitando a sus familias una o dos veces al año. Ya siendo médica, volví a elegir: elegí ser docente. Así es como reconocí las dificultades económicas de mis compañeros, el cansancio de no dormir preparando seminarios, el esfuerzo por brindar calidad académica y encontré un espacio en donde creemos en la posibilidad de pensar en una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades, un lugar que nos permita descubrirnos, crear, aprender, construir, imaginar, trabajar con salarios y condiciones dignas. Y eso es por lo que luchamos.


Yo defiendo la universidad pública porque permite ensanchar al angosto camino del objetivo personal con la amplitud de la meta colectiva. Yo defiendo la universidad pública porque permite transformar esta sociedad en un lugar en el que quepamos todos.
Yo defiendo la universidad pública porque defiendo el derecho de cada quien a ser quien quiere ser en un mundo más justo y bueno.


>>> Pilar de un país libre y soberano (Mercedes Meier - diputada provincial FPS)

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Defendemos la universidad pública para transformarla. La defendemos frente a los ataques privatistas y elitistas que entienden que los estudios superiores son un privilegio y no un derecho como realmente son. La defendemos porque es la única que puede garantizar profesionales al servicio del pueblo. La defendemos autónoma, como se consagró en la centenaria reforma universitaria, para que cumpla con su rol crítico a un modelo de sociedad y de país. Defendemos a sus trabajadores y trabajadoras y a sus estudiantes porque en su lucha incansable por la defensa de la educación pública han puesto a la universidad argentina entre las mejores del mundo.


Muchos fueron los ataques a la universidad pública argentina. Fue uno de los blancos de la dictadura militar, luego de la ley de educación superior del menemismo escrita con la pluma del Banco Mundial y el FMI, la siguiente década ganada por la Coneau que adecuó los planes de estudios a los intereses monopólicos, y ahora el ataque, sin doble discurso, del macrismo con un ajuste de 3 mil millones de pesos, el maltrato a docentes y su idea de que la universidad "no es para pobres" como explicitó Vidal. La queremos transformar para que no esté de espaldas a las mayorías populares. Para que sus investigaciones y los profesionales que forma, como clave para el desarrollo técnico, político e ideológico de una Nación, sean pilares para un país libre y soberano, y no parte del modelo de dependencia como al que hoy nos someten. Para que trabajadores y trabajadoras tengan un salario y trabajo dignos. Para frenar la deserción y que sea masiva la entrada de estudiantes. Porque es necesario que la universidad se pinte de pueblo. Y esa universidad será pública, o no será.

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