🔷 Murió a los 100 años el físico y filósofo argentino Mario Bunge

El destacado científico falleció anteanoche en la ciudad canadiense de Montreal, donde vivía desde 1966. Trabajó en la UBA hasta 1962.

Nacionales 26 de febrero de 2020 Diario Primicia Diario Primicia

El físico, matemático y filósofo argentino Mario Bunge murió anteanoche a los cien años en la ciudad de Montreal, en Canadá, informó ayer la Fundación Princesa de Asturias, que en 1982 le concedió el galardón de Comunicación y Humanidades.

Bunge, quien estudió física y matemática en la Universidad Nacional de La Plata, trabajó en la Universidad Nacional de Buenos Aires hasta 1962 y residía en el país del Norte desde 1966, cuando se hizo cargo de la cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill.

Fundador de la revista de filosofía Minerva (1944-45), fue cofundador de la Asociación Rioplatense de Lógica y Filosofía Científica (1956), de la que fue presidente.

Irrumpió como autor en 1959 en el campo de la Teoría de la Ciencia con su obra "Causality: The Place of the Causal Principle in Modern Science", traducida a siete idiomas, y en la que defiende un principio ampliado del determinismo en la ciencia moderna. En 1967 publicó su tratado de teoría de la ciencia, "Scientific Research", traducido dos años después al castellano, y cuya repercusión entre los estudiosos de la filosofía de la ciencia fue notoria. Entre sus obras en lengua castellana se destacan además "Teoría y realidad", "Filosofía de la física", "Epistemología, Materialismo y ciencia", "El problema mente-cerebro" y "Economía y filosofía".

Entre 1969 y 1989 Bunge trabajó en la construcción de un sistema filosófico que abarca la ontología, la semántica, la teoría del conocimiento, la filosofía de la ciencia y de la tecnología, la teoría de valores y la ética. Distinguido con 16 doctorados honoris causa y cuatro profesorados honorarios, en 2009 recibió el Guggenheim Fellowship y en 2014 el Premio Ludwig von Bertalanffy después de que en 1982 le fuera concedido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en la segunda edición de los galardones que llevan el título del heredero de la Corona española.

El filósofo de la ciencia Mario Bunge, quien falleció anteayer a los 100 años en Canadá, otorgó esta última entrevista a La Capital, que fue publicada el domingo 28 de septiembre de 2014, que se reedita a continuación:

"Los K apoyan la ciencia"

La estampa elegante de Mario Bunge es la misma de siempre. Recibe con amabilidad de gentleman al cronista en el lobby del hotel céntrico y mientras responde con precisión a cada pregunta desliza algunas definiciones políticas, aunque señala que no quiere entrar de lleno en ese terreno. "Los Kirchner apoyaron dedicidamente a la ciencia", destaca, pero lamenta profundamente la caída de Argentina en el ránking del examen PISA de 2013. "Los docentes tienen que estar muy bien pagos y tener mucha calificación, deben hacer un año sabático para continuar su formación", propone. "Hay que estudiar toda la vida", sostendrá sobre el final de la nota.

-En el país hay un aumento del gasto público en educación, al 6 por ciento del PBI, pero a la vez el último examen Pisa da a la Argentina en el fondo de la tabla.

-Es que no basta con gastar plata. Hay que ver en qué se gasta. En los maestros hay que gastar mucho en entrenarlos y darles estímulos. Hay que darles un status social que perdieron hacia los años 40. Cuando era chico la maestra era uno de los pilares de la sociedad. Eran el comisario, el médico, el farmacéutico y la maestra. Ganaban bien, lo que les permitía comprarse un tapado de piel y alquilar un departamento. Y aunque estaba prohibido por el gobierno convivir o casarse, era sabido que casi todas convivían con alguien y que ese fulano no trabajaba, que vivía a costillas de la maestra. La maestra enseñaba un solo turno. El resto del día lo dedicaba a leer, a estudiar, asistían a la universidad incluso como alumnos regulares. He conocido muchos casos. En Santa Fe tuvieron a Olga Cossettini, que tuvo que luchar contra las autoridades nacionales que pretendían que todos enseñaran de la misma manera. Es una profesión que desgasta mucho. Las empresas de seguros cobran lo mismo a un piloto de aerolínea que a un maestro. Es una profesión con un estrés muy grande.

-Nuestro problema es que los adolescentes tiene dificultades muy graves de comprensión de textos. En el Pisa se vio que no entienden lo que leen, literalmente.

-Hay que ver los textos, si estaban bien escritos y, segundo, si los chicos estaban motivados. Porque la mayor parte de los que nos enseñaban no nos interesaba. Nos hacían aprender los nombres de las carabelas de Colón, cosas que no pueden interesar a ningún chico inteligente. La educación argentina es libresca, y además no se les habla sobre la realidad actual porque eso sería hacer política.

-A propósito ¿qué juicio tiene sobre el gobierno kirchnerista?

-Prefiero no hablar de la realidad nacional, porque el peronismo que conocí -y sufrí- era muy diferente del de ahora. Los gobiernos de los Kirchner han apoyado decididamente a la ciencia. Es la primera vez en la historia argentina que los científicos son apoyados. Pero no sé si la ciencia llega a la escuela. En los países avanzados, las escuelas tienen talleres y laboratorios. Acá conocí una educación muy anticuada, medieval. Por eso no me extraña ese resultado. Además, el posmodernismo ha hecho estragos en Argentina. Tiene mucho predicamento en pedagogía, donde dice incluso que no hay que enseñar, que hay que dejar que los chicos descubran el mundo por su cuenta. Algo completamente imposible. El posmodernismo en la UBA enseña solamente a charlatanes: Hegel, Nietzche, Heidegger, los existencialistas y los franceses contemporáneos, Derrida, Foucault, todos esos macaneadores. Se ha permitido esa perversión, que no existe en otras partes del mundo, sólo en París y Buenos Aires. Bueno, donde también se ha difundido mucho es en China, porque están desilusionados del marxismo y en lugar de corregirlo se han lanzado por este lado, creyendo que es lo más avanzado del momento.

-Usted viene de las ciencias duras. Parece que siguen siendo muy populares en los países avanzados.

-No, al contrario, eran populares en tiempos del Sputnik. Hace 50 años. Hay un índice objetivo muy revelador: el porcentaje de estudiantes que se inscriben en ciencias. Y ha ido disminuyendo en los últimos años; aunque aumenta el porcentaje de las chicas que se anotan en ciencias. Son mejores que los varones, se distraen menos, no les interesa el deporte. Además saben que en la vida tienen que luchar contra el sexismo, el machismo, así que se toman muy en serio su carrera. Mi hija es profesora titular de Psicología en Berkeley, con un laboratorio de 20 doctorandos. Y allá publican, acá no se exige a la gente que publique. Se puede ser profesor toda la vida sin haber publicado mucho más que algún artículo en una revista local.

-Bueno, pero en esta década aumentó la producción de trabajos científicos, al menos según la versión oficial.

-Pero la mayor parte de las patentes argentinas tienen poca importancia. Hay poca innovación.

-Nuestro útimo Nobel fue César Milstein, que como usted fue un exiliado.

-Debido a sus convicciones anarquistas no conseguía trabajo y en Oxford tuvo grandes oportunidades y las aprovechó. Hizo escuela y soy amigo de uno de sus discípulos. Estamos muy lejos de la época de Bernardo Houssay. Cuando la dictadura del 43 le cerró su laboratorio, tenía 100 investigadores de tiempo completo y de primera línea. Era un gran organizador, además de ser un genio. En 1919 estuvo enfrentado a los estudiantes de la Reforma, que votaron en su contra en un concurso para la cátedra de Fisiología. La Reforma del 18 no fue científica ni académica sino política. Les dio representación a los estudiantes, lo que está muy bien, pero el contenido, la calidad académica, no las pueden deternimar los estudiantes, no están preparados para eso.

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